Desde hace siglos, quienes están acostumbrados al ejercicio de escribir, sea de manera profesional o no, pueden haber enfrentado el tan temido momento de la “página en blanco”.
Hay muchas teorías sobre este tema y, hasta hay quienes piensan que si nada sale de nuestras cabezas es porque no es el momento adecuado, y que hay que retomar esta tarea cuando la inspiración vuelva a nosotros. Para lograr esto, nada mejor que abstraernos del tema, cambiar de lugar, salir o, simplemente, hacer cualquier otra cosa que nos permita “liberar” por un rato nuestra mente, mientras el proceso sigue corriendo en “segundo plano”.
Si bien es cierto que la inspiración puede llegar a nosotros como una suave briza que nos susurra al oído o como una energía vital que nos sacude todo el cuerpo, si lo deseamos, también podemos ayudarla.
Abrir nuestra mente, nos ayuda a cambiar las perspectivas de las cosas y, de esta manera, romper con el problema de la hoja en blanco, olvidarla por un rato, para poder volver luego sobre la esencia de lo que buscamos escribir.
¿Pero cómo podemos darle una mano a nuestra inspiración?
Tal vez se pueda partir desde lo más simple y sensato. Para comenzar a escribir primero debemos saber leer y nutrirnos de ideas, formas y estilos. Por fortuna, el mundo actual nos brinda millones de posibilidades para leer contenidos que nos resulten interesantes y si no estamos con ánimo de leer, hasta podremos buscar alternativa multimedia o bien intercambiar ideas con otras personas, con esta tan promocionada “sociabilización 2.0” que nos ofrecen las redes sociales y los demás hijos de la web 2.0.
La vorágine actual por la velocidad de la información nos lleva muchas veces a olvidar que no sólo es importante leer, sino que también es fundamental comprender y razonar. Buscar toda la información digerida nos puede conducir al camino de un facilismo que no es del todo bueno. Eso nos puede ayudar a arreglar un problema pero, en definitiva, no nos sirve para comprender como solucionarlo si vuelve a ocurrir.
El proceso de la escritura no comienza cuando nos sentamos frente al papel (o frente a la computadora), esa labor comienza en el génesis de la idea que deseamos transmitir. Podemos bocetarla, tal como lo hace el dibujante con sus obras, para luego la plasmamos en la página (electrónica o de papel). Todo eso nos allanará el camino y nos evitará varios dolores de cabeza. Pero eso sólo parte de la historia.
En conclusión
Así como ocurrió en el 506 y en el 2000 también (gracias Discépolo por la letra) el problema de la página en blanco siempre existió. La ventaja que tenemos hoy son las millones de fuentes de inspiración al alcance de nuestras manos. Quizás la desventaja sea que el ritmo frenético de la información no nos permita procesar todo lo que absorbemos.
En el equilibrio está la clave para hacer que la tecnología sea nuestra aliada y no resulte nuestro peor enemigo a la hora de escribir.
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